Cuando los últimos pilares del antiguo mundo se derrumbaron —arrastrados por tormentas económicas, fracturas sociales abiertas y un planeta al borde del colapso— se alzó una voz, extraña y solitaria, portadora de un nombre que pocos conocían aún: Paul Elvere DELSART.
Nacido a la sombra de los trópicos, formado en la encrucijada de culturas, no era ni un rey ni un profeta. Era un arquitecto invisible, un ingeniero de las almas y los territorios. Desde hacía mucho tiempo soñaba con un imperio, pero no de aquellos construidos sobre la conquista o la dominación. Su imperio llevaba el nombre de Imperio Verde de Oriente y de Occidente, un mundo reconstruido tras el colapso, un mundo donde cada fragmento de ruina se convertiría en la semilla de un renacimiento.